sábado, 19 de febrero de 2011

Olivos en el Vaho

No habrá más monólogos para ti frente al espejo. ni rosas a la espera del domingo.
No habrá ya miradas de sosiego, ni caricias que amparen tus manos.
No habrá más besos a tus ausentes labios en el vaho del vidrio.
No habrán trenes, cartas, flores ni poemas.
Sólo lágrimas que te deshagan en lamentos.
Jamás estaremos en la península aquella bajo los olivos. Olvídalo.

De la permanencia

El frío del suelo. El trastabilleo a la puerta. El corredor. El rechinar de la llave. Un aguacero. Su piel desnuda. Las gotas que resbalan. Las lágrimas que resbalan. El goteo a su paso. La ropa planchada. El desayuno frío. El café hirviendo. El primer cigarro del día. Las llaves. La puerta. La calle. El segundo cigarro del día. La llegada a la estación. Las flores recién compradas. La espera que se prolonga. El primer tren. La multitud que golpea. La mano en el cuello. El ojo en el reloj. El tercer cigarro. El segundo tren. El único asiento para la espera. De nuevo el reloj. Las flores sobre la silla. Las flores sobre la silla. El andar desconcertado. El cuarto cigarro. Las lágrimas que resbalan. El tercer tren. La multitud que golpea. El corazón estalla. El anden vacío. El quinto cigarro. El zurco en el suelo. El sexto cigarro. El último tren. La multitud que no golpea. El anden oscuro. El séptimo cigarro. Las flores en la basura. El coraje que no resbala. La calle. La puerta. Las llaves. El octavo cigarro. El café hirviendo. El noveno cigarro. Los pies descalzos. El frío en el pecho.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Al Alba

Siempre me negué a tenerte.
Todo a distancia, tú , el horizonte, jamás podría alcanzarte.
Cada noche que te pensaba era embarcarme en un mar de letras, de guiños y mensajes en botella que se adivinaban a lo lejos.
Había veces que no me bastaba con pensarte e imaginarte a un lado, entre las aguas, y sólo entonces te llamaba, te nombraba.
Rodeos, juegos y acertijos que terminaban en naufragios, ambos satisfechos, ambos perdidos.
Al principio te empeñabas en verme, y mis negativas te sorprendían con horas de espera, después de tantas caricias pospuestas comprendiste, nunca me rozarías.
Te distinguí, una noche, entre la marea, allí estabas, pude sentir que había encallado, esta vez no habría escapatoria.
Jamás estuvimos, amor, tan cerca como aquel día. Me lancé ante aquel mar de incógnitas, dispuesta a ahogarme, me tenías, allí, un palmo de tus labios.
Adiviné el horizonte en tus ojos y sucumbí a la corriente.

Ahora te he vuelto a ver, recuerdo aquel día, aquella marejada en la que pensé nos fundiríamos en espuma, espuma eterna; ahora tan distante, aquella corriente me devolvió a la orilla y allí, varada, dibujo mi horizonte al alba.