Siempre me negué a tenerte.
Todo a distancia, tú , el horizonte, jamás podría alcanzarte.
Cada noche que te pensaba era embarcarme en un mar de letras, de guiños y mensajes en botella que se adivinaban a lo lejos.
Había veces que no me bastaba con pensarte e imaginarte a un lado, entre las aguas, y sólo entonces te llamaba, te nombraba.
Rodeos, juegos y acertijos que terminaban en naufragios, ambos satisfechos, ambos perdidos.
Al principio te empeñabas en verme, y mis negativas te sorprendían con horas de espera, después de tantas caricias pospuestas comprendiste, nunca me rozarías.
Te distinguí, una noche, entre la marea, allí estabas, pude sentir que había encallado, esta vez no habría escapatoria.
Jamás estuvimos, amor, tan cerca como aquel día. Me lancé ante aquel mar de incógnitas, dispuesta a ahogarme, me tenías, allí, un palmo de tus labios.
Adiviné el horizonte en tus ojos y sucumbí a la corriente.
Ahora te he vuelto a ver, recuerdo aquel día, aquella marejada en la que pensé nos fundiríamos en espuma, espuma eterna; ahora tan distante, aquella corriente me devolvió a la orilla y allí, varada, dibujo mi horizonte al alba.