viernes, 17 de diciembre de 2010

Pastel de Tiramisú

Pude sentir el frío del congelador en mi cara, justo cuando mi hermano se disponía a abrir la puerta trasera de la cocina.
Un momento después, a mis espaldas podía escuchar un canto conocido, que era de esperarse, pues aquella no era una fecha cualquiera. " Estas son las mañanitas que cantaba....", no hace falta seguir.
Me giré y lo primero que vino a mi mente, "Las mismas mañanitas vacías de hace unas horas, que molesto, pero esboza tu mejor sonrisa, que ellos no tienen la culpa"
Sonreí, tome la cajita de plástico transparente en la que venía tan deliciosa rebanada de pastel, " Tres leches pensé, qué rico, si no tengo seis años" me dediqué a mirar la velita blanca y pequeña con su fuego ondulante que danzaba al ritmo de esas mañanitas interrumpidas y deformadas por los tres ávidos cantores.
Mi sonrisa siguió intacta hasta el final de los aplausos, las porras sin terminar y uno que otro chiflido, el momento esperado, "sóplale a la velita y pide un deseo".
Miles de cosas cruzaron por mi mente, éxito profesional, paz mundial, comunicación familiar, libertad, amor, dinero, gustarle a chuchito o menganito, un deseo más, una vida próspera, un mejor cumpleaños,al final soplé con la mente en blanco .
Miré a la velita con desprecio,y de pronto una oportunidad más ante mis ojos, la llama volvió a encenderse.
"¿Es una vela mágica?" pregunté, los tres asintieron con un gesto de complicidad que sólo en pocas ocasiones felices he podido ver.
Bueno, pensé, así puedo pedir otro deseo, mejores calificaciones, dormir más, menos tarea, prosperidad para el negocio, ya no más crisis, ganar el concurso de creación literaria,"¡sopla ya!", una vez más soplé con entusiasmo pero sin un deseo en mente.
Era una broma acaso, por qué no podía desear nada bien, en concreto, escuchaba las voces de los tres, mi hermano, mi madre y el empleado, pero no tenía idea de que decían, una flash sobre mis ojos y como chispa fortuita, la vela volvió a encenderse.
Una risa con más aires de sarcasmo que de gracia salió desde mi estómago.
"¡Una oportunidad más!" grité fingiendo el entusiasmo y vislumbre la cara de felicidad y de éxito en todos los presentes.
Otra oportunidad, pero que generosa vela mágica, lástima que mi corazón y mi mente no le correspondían, ni un solo deseo surgió, un soplido más rápido esta vez, ya no me importaba.
Pero la dignidad de oficio de aquella mágica vela no terminaba allí, se prendió una vez más, con dificultad, pero lo hizo, lo sabía, se burlaba de mí.
Pues está bien, pensé, mientras los conmovidos espectadores reían sutilmente; al parecer ésta sería la última oportunidad, una mirada de soslayo a la puerta y a la ventana, ceciorándome de que ni una sola ventisca amenazara con apagar la oportunidad.
¿Qué más podría desear?, muchas cosas acudían a mi mente como furiosos galgos buscando llegar la final de la meta, y sólo uno logro cruzar la barrera que frenaba el paso de los deseos reprimidos, sólo uno pudo ser pensado con claridad y escogido con decisión, entonces inflé mis pulmones, tanto que podía sentir que el aire se me escapada por los poros y soplé.
Al tiempo en que el aire salía de mi boca conjuré el deseo y la vela por fin se apago, ahora para siempre.
Otro flash que me cegó por unos segundos, y después pude mirar la vela que ya no se volvería a encender, una vela que parecía plácida y sensata. Una alegría extraña, más parecida a satisfacción, se apoderó de mí y se terminó mostrando en una cálida sonrisa que cayó en el momento exacto para ser capturada por la foto que ahora embellece, como dice mi madre, el tocador de su cuarto.
Entonces me dispuse a probar aquel pastel, y cuando estaba a punto de hacerlo, escuché la voz de Joaquín, el empleado, "Sabes de qué es", me encogí de hombros y respondí  "De tres leches, ¿no?", "No, es de Tiramisú".
Asentí sin mucho interés y miré aquella hermosa rebanada, el café y el blanco se fundían bajo la fina espolvoreada de chocolate, tomé la cuchara, y la deslicé separando un pequeño trozo, lo llevaba a mi boca, cuando aquel olor dulce inundo mis sentidos y dentro de mí, un río de ansia se desbordaba sobre ese pequeño y esperado trozo, lo probé.
Mientras mis sentidos se perdían en la inmensidad de aquel sabor, supe que ya no sería la misma, no más, algo en mí jamás volvería, era ahora, a mis diecisiete otoños, que por fin había dejado la niñez atrás,era ahora el momento de cambiar tres leches por tiramisú.
Me sorprendí descubriendo en el tiramisú el sabor de mi deseo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Hasta cuando

¿Cuántas cosas pasan cuando nadie nos ve?
¿Cuántos gritos no ahogamos en la almohada esperando no ser escuchados?
¿Cuántos pensamientos no reprimimos para evitar ser juzgados?
¿Cuántas veces fingimos no llorar para evitar ser vistos?
¿Cuántas veces no nos ocultamos esperando que alguien nos halle?
¿Cuántas vidas pretendemos vivir, menos la nuestra?
¿Cuánto tiempo pensamos esperar para que alguien lo entienda?
¿Cuántas veces escribiremos esto?
¿Cuántas veces calmaremos nuestro enojo, nuestra frustración, nuestra locura?
¿Hasta cuándo dejaremos de fingir y enfrentaremos lo que nos pasa?
¿Cuántas veces más gritaremos en silencio  nuestro enojo?
¿Cuántas veces caeremos en esa falsa calma?
Si llorar no es la solución, si gritar no es la solución, si no hayamos consuelo ni refugio en las palabras
¿Qué nos queda entonces?
¿Qué me queda ahora? Si mil pergaminos explicándolo no aliviarán el peso, si mil confesiones se irán con el tiempo, si mi vida se escapa entre las manos de mis verdugos.
¿Qué me queda entonces?
Y no quiero morir, no soy tan cobarde, y no quiero escapar, pues no soy tan valiente, sólo deseo hacer lo que hasta ahora siento  jamás he podido, y eso es vivir.
Vivir plenamente, decidir, equivocarme, caerme, fracasar, triunfar, lo que conlleve,pero vivir.
Si los sabios parecen tontos, si las palabras parecen dagas, si los actos no llevan a nada.
¿Qué me queda entonces?
¿Hundirme en esta celda que es mi cobardía?
¿Dejarme caer en el fracaso de mis sueños?
¿Ver pasar todos lo que quise hacer y no me atreví?... ¿Y si prevengo todo esto?
¿Y si cuestiono lo que creen correcto?
¿Y si me atrevo a seguir escribiendo?
Pero no, ahora es cuando me acomplejo y me doy cuenta cuan voluble puedo ser.
Y que lastima que lo sepa, que lo sienta y que simplemente  haga lo que mejor se hacer, callar cuando no debo.

lunes, 25 de octubre de 2010

De la torpeza y los recuerdos desenterrados

Una lata de refresco frente a mí, el libro "La Sombra del Viento" a un lado y los hermosos acordes de los Beatles estallando de mi computadora, son las 10:34

Y hablo contigo, sí, contigo, más bien te leo y te escribo, como hace un año lo hacía, claro que hace un año era de madrugada y jugábamos a preguntar tonterías, esperando saber más de ti y de mí en cada respuesta.
Y ahora hablamos de sentimientos, personas, y momentos vivos en el recuerdo pero lejanos en el tiempo.
Y escucho a los Beatles siendo que ellos fueron lo primero que vi en ti, qué gran tortura.
Y este escrito no busca tristezas, ni esconde intenciones, o tal vez no muchas, lo único que busca es poder desahogar gritos frustrados por mi mente torpe en momentos de debilidad, busca calmar lágrimas aferradas que aún después de una linda charla y muchas disculpas no se logran disipar.
Sí, tú, ya sabrás que hablo de ti y qué mejor que lo sepas, después de todo te debo tanto y te quisiera cobrar más, pero ya no es tiempo de eso, de nada más que sonrisas de amistad, abrazos inocentes y besos en la mejilla que no pasarán de allí, y menos en una banca azul debajo de la sombra de árboles cómplices y de cielos claramente azules para ti y para mí.
Tal vez no habrá más juegos de mesa en un café, ni tus manos tomando las mías bajo la mesa, tal vez no habrá más espiar entre las cortinas del teatro buscando tu rostro difuso entre la gente, ni habrá más personajes pícaros de películas de otras galaxias, ni haya más esperar a partidos de fútbol por la tarde, ni habrá más horarios que aprender, ni encuentros que fingir, ni mensajes que mandar, ni tendremos que descifrar miradas a lo lejos.
Pero siempre habrás tú y habré yo en cada uno de los dos, siempre habrá tu primer beso, tu primer abrazo y tu primer te quiero, siempre habrá el recuerdo de las mariposas en el estómago, que ahora migran, y por siempre habrás tú en mi sueños, anhelos y plegarias.
Me dijiste que tarde nunca era para decir estas cosas, aunque yo me aferraba, pues más que tarde era injusto, para los dos.
Pero ahora, yo, egoísta, te escribo esto y no más, pues mis palabras se resbalan en lágrimas, y mi corazón se deshace en el mismo palpitar de cuando me tapaste los ojos por primera vez o cuando me mirabas risueño al otro lado de la cafetería, que en ese momento se convertía en mi paraíso.
Lamento mi torpeza, más por mí que por ti, pues ahora tu recargas tu cabeza en alguien y yo la reclino en recuerdos, pero no se trata de mí, se trata de ti, de tú belleza, de tú cortesía y de tu casi perfección.
Te quiero infinitamente por enseñarme a no dudar, y a arriesgar y te quiero aún más por haber existido en mí y seguir exisitiendo el resto de mis días.
Espero no causar malestares, ni dolencias y te escribo porque a pesar de mi hablar fluido, este tipo de palabras no salen tan fácil.
Hubieras, hay muchos, pero sólo tú el más grande y querido de todos.

miércoles, 20 de octubre de 2010

A prueba de mí

Porque mi maquillaje no es a prueba de lágrimas, ni mis lágrimas a prueba de olvido.

Las ojeras prometen el desamparo de los sueños y el alba promete un nuevo día.
Este esbozo de sonrisa creada, esta risa alargada, estos risueños matices en mi cara, dulces máscaras de una ironía maldita que atormenta y exprime sin dar reparo del llanto que retoza, frío.

Árboles, niños, macetas, carros, siluetas, colores, edificios, umbrales, faroles, pasan al filo de mis ojos cristalinos , uno tras otro y otro, sin cesar, minutos que van y no vuelven, segundos que se pierden en el amargo sonar del tiempo.

Manos absurdas que cubren mi cara confusa, censurando el gemir, tallando crudeza, surcando piel virgen de alegrías.
Vislumbrar pureza, encontrar el punto de equilibrio entre el "bien" verdadero y el "bien" fingido, buscar las raíces del ceño fruncido.

Semillas ácidas del pavor, palidez de aliento y un reflejo a prueba de mí.

martes, 5 de octubre de 2010

Homo Bobus

Te miro una vez más sentado frente a tu cuaderno en blanco, juegas con las plumas y los lápices, los paseas por todo el pupitre y yo escondiéndome tras el cuaderno, tratando que no me veas.

Y de pronto me miras, pero es una mirada tan fugaz que ni siquiera alcanzarla puedo, cuando vuelves sobre mí y detienes ese hermoso iris, puedo sentir como el rubor se esparce por todo mi cuerpo y no soporto la verguenza, sonries, en ese momento desfallezco.

Aún entre la multitud de los pasillos puedo verte platicar y sólo paso a unos centímetros de tí, esperando escuchar una palabra tuya.

Puedo pasar horas enteras pensando en tu cara, tu voz, tu mirada. Y se que ya es suficiente, cómo puedo hacer para escaparme de tu encanto, cómo puedo evitar preocuparme por este sentimiento que me llena y es capaz de dibujar mil estrellas en mi sonrisa.

Soy una tonta, lo soy, no puedo seguir así, pues no sé nada  de tí, mas que te amo.

Soberbia te acuso de ser un homo bobus y trato de convencerme que no tienes ni una pisca de entendimiento, todo un bruto, un necio.
Pero sólo dura unos segundos, este amor no me deja desprestigiarte, este amor no me permite desprenderme de tus manos que no me pertenecen.

Y ahora, al igual que todas las mañanas, me miro frente al espejo y me repito en voz alta, esperando estas palabras se graben en el reflejo: ¿Por qué no?, aunque se perfectamente que ese no es más grande que cualquier por qué.

lunes, 4 de octubre de 2010

Ilusión de Iris

Sería una pestaña en tu ojo, una fina y pequeña.
Una que obstruyera tu vista, una que causaría un malestar que podría parecer insignificante, pero cómo ardería, una pestaña irritante.
Que te haría pensar en una basurilla, en una piedrita o hasta en un derrame, una pestaña que te haría frágil y débil con necesidad de pedir socorro.

Y por más aire o agua que intentaran sacarme, me aferraría a tu hermosa pupila y hasta que no sintiera tu desesperación o tus lágrimas no saldría de tus ojos.

Y lo mejor de todo sería cuando por fin me tuvieras en tus dedos, cuando tuvieras la facilidad de hacerme pagar.

Simplemente me encomendarías incrédulamente tu anhelo y me soplarías con el viento

viernes, 1 de octubre de 2010

En el cielo de mis manos

Un sorbo más a este café que espero pueda calmarme un poco.
Los recuerdo a todos, o a casi todos, tan bien como si los tuviera enfrente. Algunos poetas frustrados, otros vagos sin más oficio que amar sin medida y otros músicos queriendo entonar hasta el más mínimo detalle.

Todos ellos fueron queridos míos, o al menos así intenté llamarlos.
Al principio todo era tan dulce como una paleta en mis labios, quería amarlos con la misma locura con que ellos lo hacían, me resultó imposible.
Todos volaron en el cielo de mis manos y al final terminaron desplumados por aquello que añoraban.
Pero por más que lloraba, por más que azotaba contra la pared esa soledad, no podía evitar sentir una culpa que me roía hasta los huesos.
¿Cómo era yo? ¿una musa, capaz de utilizar a alguien?, ¿cuál era la verdadera razón para infringir tal sufrimiento a mis amores?.

Durante tanto tiempo traté de saberlo, durante mucho tiempo insistí en crear esa razón incontrolable, que me causaba asco, que me causaba rabia y lástima a mi persona.
Me decía que era tan mala como la carne de puerco en vigilia. Pero no podía evitarlo, era como si ese sentimiento me ligara a él.
Esas ganas de saber que me necesitan y que yo no los necesito, esa ansia por forjar la sombra de un lazo que con un simple silencio podría ser derrumbado.

Me tomaron muchas víctimas y mucho café para entenderlo.
Así era, en verdad el sufrimiento parecía alimentarme y lo peor de todo era que me encantaba.
Me perdí en ese éxtasis de amargura ajena, me sumí en esa emoción de los halagos desmesurados, me encarné a las palabras de amor verdaderas y al hermoso silencio del rechazo.

Y con el tiempo, la culpa se desvaneció junto con los besos y ya sólo quedaban los despojos de un corazón mentiroso, miserable y ruín que latía más y más en mi lecho.

Un sorbo más, pues el próximo toca a la puerta

lunes, 27 de septiembre de 2010

Exequias a Calima

Este ángel era muy peculiar, por momentos efímeros me abandonaba, momentos de felicidad.
Era un ángel que mientras en más penumbra me sumía, se materializaba en una bruma espesa que cubría mis pensamientos, que los nublaba.

Siempre estuvo allí, pues yo llevaba la niebla metida hasta los huesos. Durante las noches mis piernas parecían consumirse en esa soledad, pero no era total, pues mi querido ángel de bruma llegaba, no consolaba, no sobaba, no se acurrucaba, sólo se aparecía frente a mí y poco a poco me iba rodeando.

Era un ángel tan peculiar que hasta dudaba de su oficio, pues parecía más un mal augurio.
Con el tiempo, o más bien, con el dolor que me caló los huesos traté cada vez más de no sumirme en aquel desamparo; el logro me condujo a algo de lo que no me siento orgullosa pero tampoco me arrepiento.

Decidí enjabonarme con una felicidad que ardería en mis ojos mientras más algería sintiera, aquella bruma densa que me seguía como un mal sueño se iba deshaciendo, cada vez más frágil, que parecía quebrarse con el más mínimo y fugaz suspiro de felicidad.

Fue en un amanecer que lo advertí, pues esa bruma languidecía tanto que apenas podía reconocer al ángel de todas las noches.
Lo miré y sabía tan bien como él que ya no sentía el dolor en los huesos, que la penumbra no esclavizaba mis pensamientos.

Cada vez se hacía más delgada, pero no luchaba por mantenerse, por un instante desesperé a un grado de intentar infringirme dolor para que no se esfumara.

Pero ya no era necesario, no había razón para hacerlo, esa bruma había sucumbido ante la sonrisa que en mis labios se dibujaba.